Un camino de terracería y maquinaria pesada anunciaban la llegada a la mina de níquel. Abrían el camino hacia La Reserva Nacional de la Sierra de las Minas. El humo denso que se miraba desde el otro lado del Lago de Izabal salía de ahí. Recorrimos varios km de maizales y aldeas, al final del camino se escondía una multinacional minando la tierra, hileras de palma africana y pickups último modelo se parqueaban en fila frente a la enorme corporativa. El infierno antes de llegar al paraíso.
Recogimos a Lester y Levi Thiul, dos Que’qchis del proyecto de Agroforestería en La Sierra de las Minas, con Defensores de la Naturaleza. Levi Thiul hermano de Maria Luisa Thiul, son expertos en cacao y tienen su propio proyecto comunitario en el Rio Cahabón, Lester trabaja para Defensores de la Naturaleza y durante el recorrido en el carro, nos fué explicando las bases del proyecto de implementación de cacao como vía de desarrollo económico y de conservación que estaban están llevando a cabo en las comunidades asentadas en la reserva del Polochic y Sierra de las Minas. Íbamos con la misión de encontrar un cacao sembrado por las comunidades sin saber que el proyecto ya está avanzado e incluso ya han cosechado y vendido su cacao a compradores internacionales, un producto único del área.
Empezamos a trepar la montaña en el carro hasta llegar al centro de acopio de cacao en la primera comunidad. Nos recibió todo el comité del centro conformado por hombres y mujeres que después de una introducción con un traductor Que’qchí de por medio, nos mostraron las instalaciones de fermento. Instalaciones modestas pero suficientemente equipadas para procesar la cosecha de las 30 comunidades que depositan su cacao en forma de baba para llevar a cabo el proceso de fermento. El proceso de fermento es nuevo para las comunidades Q'eqchi el cual ancestralmente no están acostumbrados a hacer con este fruto de alto valor espiritual para ellos. El cacao es bebido en ceremonias para bendecir el cultivo del maíz, el proceso de fermentación se descubrió en los barcos del siglo XVII mientras transportaban frutos de cacao hacia europa y estas se podrían en el camino, dejando una semilla fermentada con el potencial de transformarse en delicioso chocolate.
Nos despedimos con una sonrisa después del tour en Jilomijix I y seguimos el camino con Dolores y Federico a sus casas. El trayecto se sentía cada vez más remoto y la vegetación crecía y era más vibrante e imponente mientras más nos adentramos a la montaña. Dejamos el carro parqueado en Jilomijix III y comenzamos a caminar entre la montaña a Jilomijix IV.
Descendimos hacia el río y en el camino una pequeña hidroeléctrica fundada por la ONU y alguna embajada europea daba electricidad para esa pequeña comunidad asentada en un lugar extremadamente marginado.
Llegamos al río y un pequeño puente colgante pasaba por encima de una cascada cristalina. Subimos la montaña del otro lado y llegamos a la única tiendita de la comunidad, donde el abastecimiento era limitado y llevado a espalda hasta ese punto, ahí compartimos unas bebidas y nos dirigimos a la casa de Don Federico.
Don Federico tiene una pileta artificial de tilapia, crece cacao alternado con frijol, árbol de pimienta gorda, piñas, mazapán y plátano además de tener varios apiarios donde cultiva miel. Esta es la plantación modelo.
El cacao es un fruto bondadoso y contiene pocas plagas que lo afecten en su habitat natural. Crece bien alrededor de otros árboles y la cosecha del fruto puede durar hasta seis meses. Don Federico también tiene cerdos, pollos, perros y un montón de patos que viven despreocupados y con abundantes fuentes de agua gracias a los diferentes afluentes que penetran las montañas de colores, rico en mineral.
El cacao está en periodo de floración e iniciación del fruto. Preparándose para desarrollar y madurar su fruto. Estoy caminando dentro de un pequeño pero impactante paraíso donde la recuperación de la armonía con la tierra es prioridad.
Don Federico conoce y entiende su entorno. Lo ha observado y gracias a los programas educativos de agroforestería, él y su comunidad han desarrollado en conjunto cada uno un espacio para producir y reforestar esta sierra tan pura que se ve amenazada por el monocultivo masivo de maíz, caña de azúcar y aceite de palma.
El ambiente en la casa de Federico y el resto de la comunidad es fresco y se siente sano, en contraste a los ambientes desérticos del monocultivo. La esposa de Federico nos ha preparado unas deliciosas pacayas sofritas en una salsa de tomate, unos frijoles y tamalitos del día acompañado de un café endulzado con hoja de pimienta gorda.
Hemos encontrado un paraíso y Federico, Dolores y su familia nos dan la bienvenida con el corazón abierto. Solo puedo pensar en la maravillosa comunidad que podemos llegar a impactar, y el impacto que esta podría llegar a hacer en esta reserva natural de Sierra de las Minas, amenazada por la creciente producción y explotación de tierras.
En esta comunidad las cosas se están haciendo con una visión restaurativa e integral con el medio ambiente. La tierra está viva, es diversa y está saludable. Polinizadores de todos los colores bailan entre los árboles, los perros, niños y mujeres juegan entre este paraíso natural. Son los protectores de esta tierra y estamos juntos en la construcción de los sueños de todos los que formamos parte de la cadena de origen del cacao.
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